No
paré de hacer fotos. “No sé quien se ensaña más, si las hienas con la carne o
nosotros con las hienas” fueron mis palabras textuales.
Ver
a aquel grupo de hienas (Crocuta crocuta)
comerse los despojos de un difunto ñu (Connochaetes
taurinus) fue un auténtico espectáculo. Parecía que estuviésemos viendo un
documental en directo, a pocos metros. Los detalles me los ahorro; lo escabroso
de la escena salta a la vista.
El
último de la fila ofrecía un aspecto pésimo. Imposible saltarse la jerarquía...
Sabía a qué se arriesgaba. En una pata trasera tenía una herida bastante fea.
Sólo pudo acceder al festín cuando aquel que le mantenía a raya se alejó unos
metros con un sabroso tentempié.
“Lo
mejor del día”, sentencié. Y erré. Lo mejor estaba por llegar... Ngorongoro nos
guardaba una última sorpresa.
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