11 marzo 2013

Saña

No paré de hacer fotos. “No sé quien se ensaña más, si las hienas con la carne o nosotros con las hienas” fueron mis palabras textuales.


Ver a aquel grupo de hienas (Crocuta crocuta) comerse los despojos de un difunto ñu (Connochaetes taurinus) fue un auténtico espectáculo. Parecía que estuviésemos viendo un documental en directo, a pocos metros. Los detalles me los ahorro; lo escabroso de la escena salta a la vista.


El último de la fila ofrecía un aspecto pésimo. Imposible saltarse la jerarquía... Sabía a qué se arriesgaba. En una pata trasera tenía una herida bastante fea. Sólo pudo acceder al festín cuando aquel que le mantenía a raya se alejó unos metros con un sabroso tentempié.




“Lo mejor del día”, sentencié. Y erré. Lo mejor estaba por llegar... Ngorongoro nos guardaba una última sorpresa.

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