20 abril 2008

El guardián de las bellotas

Es otoño en el Parque Natural del los Alcornocales (Cádiz). Un arrendajo (Garrulus glandarius) vuela, bellota en pico, bajo las copas de un bosquete. Acaba de visitar un alcornoque próximo (Quercus suber). No tardará en regresar. Parece que el arrendajo ha encontrado en este árbol un auténtico filón para abastecer su despensa invernal. No es el único interesado...

Bajo el mismo alcornoque, se encuentra un escarabajo (Thorectes lusitanicus) arrastrando una bellota. Antes nos hubiera sorprendido. Ahora, sin embargo, sabemos que es una costumbre frecuente en este coleóptero.

La llegada del arrendajo nos roba la atención por unos instantes. Cuando volvemos a mirar hacia el suelo, descubrimos que nuestro pequeño protagonista ha desaparecido. Decidimos esperarle. Nuestra decisión no tarda en ser recompensada.

Minutos después, el coleóptero gaditano asoma la gaita bajo un corcho del suelo. Enterrada la bellota que llevaba, se dirige decididamente hacia otra. A unos metros, el arrendajo escudriña nuevamente el suelo para elegir la siguiente. Al igual que el córvido, nuestro escarabajo se está procurando alimento de cara al invierno.

De carácter coprófago, el escarabajo Thorectes lusitanicus ha encontrado en las bellotas una fuente nutricional de carácter adicional que, en muchas ocasiones, se convierte en la mayoritaria. El hecho de elegir, preferentemente, los frutos del alcornoque en detrimento de los de otras quercíneas se debe al mayor contenido de los primeros en ácidos grasos esenciales. Gracias a esta discriminación, la población de nuestro protagonista presentará una mayor resistencia al frío y unos óvulos femeninos de óptima calidad. Además, el coleóptero empleará una de las bellotas como un habitáculo subterráneo en el que refugiarse.

Satisfechos, echamos a andar. Dejamos atrás al alcornoque, al pequeño mundo de nuestro escarabajo. En primavera, volveremos. Es muy posible que, cuando lo hagamos, veamos nuevas plántulas. El gaditano evitó que algunas bellotas fueran devoradas por roedores y aves. Tampoco fueron comidas por éste en su totalidad. El embrión de la bellota permaneció intacto en la mayoría de los casos y, con la primavera, llegará una oportunidad. Quizás, algún día, su sombra sea el escenario de una nueva historia.


Información tomada de: El Mundo
Imágenes tomadas de: CSIC