Caía la noche. La sopa esperaba en la mesa pero habría de
seguir esperando. La señora de la casa había descubierto un posible gorgojo de
las malvas (Lixus angustatus) hacía unos segundos. El picudo curculionido se
aferraba a una pinza de la ropa que había quedado olvidada en el tendedero horas
antes. Como en casos anteriores, una vez terminada la sesión fotográfica, el
gorgojo tuvo que abandonar el patio y, por ende, la casa. La señora dice
siempre que si ha de elegir entre sus plantas y esos bichos inmundos que las
asolan, la balanza se inclina hacia las primeras. Bueno… No lo dice pero lo deja
meridiano que, para el caso, es lo mismo.
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