Estaban por todas partes… En los
lomos de los ñues azules (Connochaetes
taurinus), en los cuellos de las jirafas (Giraffa camelopardalis), en las
cabezas de los hipopótamos (Hippopotamus
amphibius). Los picabueyes (Buphagus
sp.) estaban por todas partes.
Una cameloparda de Serengeti
llevaba a cuestas a un picabueyes piquigualdo (Buphagus africanus) y, algo más abajo, a uno piquirrojo (Buphagus erythrorhynchus).
Otra compañera era agraciada con la compañía de dos juveniles de picabueyes piquirrojo (Buphagus erythrorhynchus).
También pudimos ver a algunos de
ellos caminando por un sendero, protagonizando escenas de corte cómico, dando
quizás un respiro a los grandes mamíferos.
No está tan claro que la relación que comparten con sus anfitriones sea puro mutualismo. Si bien es verdad que se alimentan de sus parásitos, todo parece indicar que hacen leña del árbol caído y no dudan, por ejemplo, en hurgar en heridas y captar algo de sangre. Sea como fuere, aunque fueran las almas más caritativas del universo africano, se me antojan pesados, cansinos, frente a la estoica y admirable paciencia de sus hospedadores.
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