Se
me antojó como un elegante gorrión (Passer domesticus), un gorrión con cresta y vestido
de frac… No podíamos sospechar que, tras fotografiar a este pájaro ratón común
(Colius striatus) en el alojamiento de Mto wa Mbu, aquel uno de noviembre nos
tenía reservado un auténtico bioespectáculo.
Ngorongoro.
El cráter más grande de la Tierra. Más
allá de nuestros pies se revelaba inmenso. Inabarcable. La joya del safari.
Bajo
el cielo plomizo, las nubes descargaban agua en algunas zonas de la caldera.
Los secos pastos se iban a convertir en un dorado paisaje a disfrutar, donde
ver búfalos cafres (Syncerus caffer) y ñues (Connochaetes taurinus).
Ñues
de pie, ñues sentados, ñues revolcándose en el suelo.
Y,
cómo no, ñues acompañados de cebras de Burchell (Equus burchelli).
Ngorongoro.
Un refugio para el diezmado y esquivo rinoceronte negro (Diceros bicornis), al
que también pudimos ver pero a gran distancia.
Un
paraíso en el que no podían faltar las gráciles gacelas de Thomson (Eudorcas
thomsonii), ni tampoco las de Grant (Nanger granti).
Herbívoros
aquí, herbívoros allá; muchos de ellos siempre atentos, muchos de ellos siempre
vigilados por sus temibles depredadores…
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