Camino a casa, un escribano montesino (Emberiza cia) se
perfilaba en el lienzo del atardecer. Quien sabe si su silueta a contraluz, a
contraocaso, se posó para dar fe de un crepúsculo garabateado con imaginación y
creatividad, deseoso de dejar atrás el humo del miedo y de la tristeza.
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