07 mayo 2013

El señor de Andújar I

Ella juraba y perjuraba que lo había visto… Al acercar los prismáticos a sus ojos, apareció ante ella. Yo lo buscaba incesantemente con el telescopio. Ella no me sabía dar referencia alguna de donde estaba, no acertaba a indicarme junto a que encina (Quercus ilex) caminaba en aquel pequeño gran rincón de la sierra de Andújar.


Ella juraba y perjuraba que lo había visto. Su mirada desconsolada chocaba con mi incredulidad. Los votos matrimoniales no me obligaban a creerla, creo. Y por más que quisiera, y la quisiera, no la creía.

Miró de nuevo con los prismáticos y un destello de ilusión brilló en las lentes bajo aquel sol jienense. Allí estaba de nuevo… Porque era verdad. Verdad había sido minutos antes y lo era de nuevo. Y entonces, como Santo Tomás, me convencí y le pedí disculpas. Allí estaba el lince ibérico (Lynx pardinus), el señor de Andújar.


Ojalá hubiera estado más cerca…

Y, a veces, la vida te da sorpresas…

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