a señor Iván
A veces, la vida te da sorpresas…
Seguro que allí no iba a haber
nada… El canto de un único pájaro atrajo mi atención… Me propuse buscarlo con
la mirada cuando lo vi. Estaba en la otra orilla de aquel río, a un puñado de
metros. Ni prismáticos, ni telescopio. Se veía a simple vista. No me refiero al
vulgar pájaro que ya había volado de mi mente sino a nuestro ilustre felino.
No acertaba a decirle dónde
estaba. Las palabras trastabillaban sin remedio. Mi ayuda brilló por su
ausencia pero ella no tardó en verlo también.
La elegancia del lince (Lynx pardinus) nos embrujó. Hacía tres
horas que lo habíamos visto por primera vez. Tres horas bastaron para que
mutase la ecuación. La distancia que nos separaba de él era muchísimo menor,
nos deleitó durante mucho más tiempo y mi corazón bombeaba a endiablada
velocidad.
Sus ojos se cruzaron con los
nuestros. Sé que nos vio, no albergo duda alguna. Era como si no le importase
en absoluto. Siguió caminando lentamente, encaramándose a alguna roca, salvando
algún tronco caído. Y río abajo desapareció.
Una pareja salió a nuestro
encuentro. Caminaban río arriba. ¿Lo habéis visto? ¿Habéis visto al lince? Y
casi no me creí cuando con una sonrisa articulé un monosílabo: sí.
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