13 mayo 2013

El señor de Andújar II

a señor Iván


A veces, la vida te da sorpresas… 

Seguro que allí no iba a haber nada… El canto de un único pájaro atrajo mi atención… Me propuse buscarlo con la mirada cuando lo vi. Estaba en la otra orilla de aquel río, a un puñado de metros. Ni prismáticos, ni telescopio. Se veía a simple vista. No me refiero al vulgar pájaro que ya había volado de mi mente sino a nuestro ilustre felino.

No acertaba a decirle dónde estaba. Las palabras trastabillaban sin remedio. Mi ayuda brilló por su ausencia pero ella no tardó en verlo también.


La elegancia del lince (Lynx pardinus) nos embrujó. Hacía tres horas que lo habíamos visto por primera vez. Tres horas bastaron para que mutase la ecuación. La distancia que nos separaba de él era muchísimo menor, nos deleitó durante mucho más tiempo y mi corazón bombeaba a endiablada velocidad.


Sus ojos se cruzaron con los nuestros. Sé que nos vio, no albergo duda alguna. Era como si no le importase en absoluto. Siguió caminando lentamente, encaramándose a alguna roca, salvando algún tronco caído. Y río abajo desapareció.


Una pareja salió a nuestro encuentro. Caminaban río arriba. ¿Lo habéis visto? ¿Habéis visto al lince? Y casi no me creí cuando con una sonrisa articulé un monosílabo: sí.

0 comentarios: