Algo
de frío, algo de nieve y algo de niebla. Fue el trío de obsequios con el que nos recibió la humilde laguna de Tamajón, desconocida hasta la fecha por los
cinco que nos encontrábamos ayer en su orilla y apuesto que bastante
frecuentada por los otros cinco que estaban en la margen enfrentada.
Al poco de llegar, los cantos de sirena empezaron a embaucarme, no sé si
provenientes de mis circuitos neuronales o del maletero del coche... Hora de
sacar el pepino, como le llamamos en familia, o la holoturia, como le apodé en
este rincón.
Cinco
fantasmagóricos cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo) posados en unas ramas
se hacían un hueco entre la débil niebla, aunque uno se cayera de la foto. Todos
ellos, sin embargo, demasiado lejos. ¡Qué contrariedad! Si estuvieran más cerca...
Dejándome llevar por mi capricho, bordee la orilla dispuesto a romper el
equilibrio del cinco frente a cinco.
No voy a negar que, hartos de mi presencia, volaron y
se posaron, volaron y se volvieron a posar, y así varias veces sin que llegaran
a reposar del todo. ¡Qué despliegue! ¡Qué exhibición! Parecía aviación militar.
Más que Santa Ángela de Mérici se me antojaba el día del Pilar.
1 comentarios:
Reinvindica mi señor cuñado el descubrimiento de esta laguna cuando días antes navegaba por internet. Gracias a él supimos de ella y nos animamos a visitarla. Dicho queda.
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