Hoy, justo antes de comer, mi cuarto de baño me ha brindado una imagen casi onírica. Un mosquito (Culex pipiens) parecía flotar con su reflejo al estar posado sobre el espejo. Mientras lo fotografiaba se mostraba altanero, arrogante, sin mostrar atisbo alguno de querer escapar. La pesadilla de las noches estivales, el impertinente zumbido, el hacedor de habones. «¿Dónde estás? ¿Dónde te escondes? Da la cara.» Ahí estaba mi enemigo, el compañero oculto de tantas madrugadas...
«¡Corre! ¡Mátalo!» «Ya voy, abuelo… En cuanto le haga la foto.»
«¡Corre! ¡Mátalo!» «Ya voy, abuelo… En cuanto le haga la foto.»
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