Aves. Dueñas de la libertad y del color. Abanicos de vida que llenan tierra, mar y cielo de miles de caprichosas tonalidades. Acuarelas al viento.
Gran parte de esta sinfonía colorística se reduce a un juego de pigmentos y otros compuestos. Cuando las plumas son blancas, carecen de ellos, haciendo del blanco una tecla más del piano cromático.
Muchas veces, valga el caso de la urraca (Pica pica), el fenómeno de iridiscencia hace su aparición, dotando de brillos y reflejos a ciertas áreas de su plumaje. Esto se debe a una curvatura especial que adoptan las bárbulas de la pluma, generándose una estructura a la que se denomina esquemocromo.
Dirijamos ahora este vuelo a vista de pájaro hacia los tres aminoácidos proteicos de carácter aromático: tirosina, fenilalanina y triptófano. Este trío es la base bioquímica de la melanina, pigmento producido por melanocitos que, al ser dispuesto sobre la queratina de las plumas, da lugar a colores pardos, grises o negros.
Es la melanina una molécula muy resistente a la degradación por lo que, ocupando posiciones estratégicas en plumas y plumaje, ejecuta una función protectora. Su resistencia a la abrasión, su papel termorregulador y su absorción de la radiación UV hacen de la melanina un potente aliado molecular frente a zonas abiertas o ambientes desérticos. Como curiosidad, cabe citar la regla de Gogler: aquellas aves cuyo hábitat se encuentra en zonas cálidas y húmedas presentan mayor pigmentación para paliar la acción bacteriana, más activa en estas zonas.
Cuando la melanina queda bajo una capa de células incoloras, aparecen plumas de la gama de los azules. Si, de manera adicional, se presenta una capa de células con pigmentos amarillos, obtendremos plumas verdes. Saltemos ahora a una gama de colores cálidos.
Rojos, naranjas y amarillentos... Estos colores son otorgados por carotenoides que han de estar presentes en la dieta del ave en cuestión. Zeaxantina, luteína y β-criptoxantina son algunos ejemplos. Algunas aves como las gaviotas, por ejemplo, se maquillan cuidadosamente con carotenoides que se encuentran en las secreciones oleosas de su glándula uropigial. Pigmentos cosméticos les llaman... Sin duda, ellas lo valen. Otras aves, optan por el óxido de hierro a la hora de embadurnarse como ocurre con el quebrantahuesos (Gypaetus barbatus).
En los psitácidos (loros y afines), no se encuentran carotenoides. En su lugar encontramos psitacofulvinas como la psitacina. Otro caso especial aparece en los turacos. En este caso, podemos encontrar turacinas y turacoverdinas, pigmentos pertenecientes a la familia de las porfirinas.
Las porfirinas son compuestos que otorgan colores rojos, verdes o marrones y que son muy sensibles a la luz, razón por la que, muy probablemente, aparecen en aves como las rapaces nocturnas... Y con éstas termino... Me voy a dormir. Mañana toca madrugar.
Imagen tomada de: WatchThisSpace
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Gran parte de esta sinfonía colorística se reduce a un juego de pigmentos y otros compuestos. Cuando las plumas son blancas, carecen de ellos, haciendo del blanco una tecla más del piano cromático.
Muchas veces, valga el caso de la urraca (Pica pica), el fenómeno de iridiscencia hace su aparición, dotando de brillos y reflejos a ciertas áreas de su plumaje. Esto se debe a una curvatura especial que adoptan las bárbulas de la pluma, generándose una estructura a la que se denomina esquemocromo.
Dirijamos ahora este vuelo a vista de pájaro hacia los tres aminoácidos proteicos de carácter aromático: tirosina, fenilalanina y triptófano. Este trío es la base bioquímica de la melanina, pigmento producido por melanocitos que, al ser dispuesto sobre la queratina de las plumas, da lugar a colores pardos, grises o negros.
Es la melanina una molécula muy resistente a la degradación por lo que, ocupando posiciones estratégicas en plumas y plumaje, ejecuta una función protectora. Su resistencia a la abrasión, su papel termorregulador y su absorción de la radiación UV hacen de la melanina un potente aliado molecular frente a zonas abiertas o ambientes desérticos. Como curiosidad, cabe citar la regla de Gogler: aquellas aves cuyo hábitat se encuentra en zonas cálidas y húmedas presentan mayor pigmentación para paliar la acción bacteriana, más activa en estas zonas.
Cuando la melanina queda bajo una capa de células incoloras, aparecen plumas de la gama de los azules. Si, de manera adicional, se presenta una capa de células con pigmentos amarillos, obtendremos plumas verdes. Saltemos ahora a una gama de colores cálidos.
Rojos, naranjas y amarillentos... Estos colores son otorgados por carotenoides que han de estar presentes en la dieta del ave en cuestión. Zeaxantina, luteína y β-criptoxantina son algunos ejemplos. Algunas aves como las gaviotas, por ejemplo, se maquillan cuidadosamente con carotenoides que se encuentran en las secreciones oleosas de su glándula uropigial. Pigmentos cosméticos les llaman... Sin duda, ellas lo valen. Otras aves, optan por el óxido de hierro a la hora de embadurnarse como ocurre con el quebrantahuesos (Gypaetus barbatus).
En los psitácidos (loros y afines), no se encuentran carotenoides. En su lugar encontramos psitacofulvinas como la psitacina. Otro caso especial aparece en los turacos. En este caso, podemos encontrar turacinas y turacoverdinas, pigmentos pertenecientes a la familia de las porfirinas.
Las porfirinas son compuestos que otorgan colores rojos, verdes o marrones y que son muy sensibles a la luz, razón por la que, muy probablemente, aparecen en aves como las rapaces nocturnas... Y con éstas termino... Me voy a dormir. Mañana toca madrugar.
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