Quizás sea la más antigua de las guerras, una contienda marcada por las esquirlas de billones de batallas, la lucha librada entre patógenos y sistemas inmunes.
En lo que nos toca, aún hoy resuenan los vítores jubilosos que surgieron cuando vio la luz la penicilina, seguida años después de todo el arsenal de antibióticos con los que contamos en la actualidad. Desafortunadamente, también retumban las crueles carcajadas proferidas por algunos microorganismos multirresistentes, impasibles a dichos compuestos.
En lo que nos toca, aún hoy resuenan los vítores jubilosos que surgieron cuando vio la luz la penicilina, seguida años después de todo el arsenal de antibióticos con los que contamos en la actualidad. Desafortunadamente, también retumban las crueles carcajadas proferidas por algunos microorganismos multirresistentes, impasibles a dichos compuestos.
Evitar el fuego amigo nos ha llevado a buscar potentes antibióticos en los sistemas inmunes innatos de animales filogenéticamente cercanos a nosotros, para que nos resulten inocuos. Un equipo de la Universidad La Trobe centró su investigación en un prometedor caldo de cultivo, en un ambiente atestado de patógenos en el que fuera pausible la existencia de un alto nivel de inmunidad: un marsupio.
El marsupio del walabi (Macropus eugenii), además de ser el microhábitat donde el embrión completa su desarrollo, es un paraíso para numerosas bacterias relacionadas con los temibles multirresistentes patógenas de humanos. Buscando en el genoma del marsupial, el equipo investigador descubrió que el walabi poseía catorce genes que se traducían en munición péptida.
Catorce son las catelicidinas que engrosan las filas del sistema inmune innato del marsupial y que mantienen a raya al batallón procariota. Cinco de ellas, muy similares entre sí, fueron la clave para abrir una puerta al pasado, para identificar un gen ancestral que debió ser activo hace 59 millones de años. Quizás en su día encontrara resistencias en sus adversarios bacterianos. Hoy, por el contrario, pocos de nuestros microenemigos pueden plantar cara a este péptido resucitado, cual fénix, gracias al milagro de la arqueología molecular.
Información tomada de: NewScientist
Artículo original:
Wang J, Wong ESW, Whitley JC, Li J, Stringer JM, et al. Ancient Antimicrobial Peptides Kill Antibiotic-Resistant Pathogens: Australian Mammals Provide New Options. PLoS ONE 2011
Imágenes originales tomadas de:
Bioquell
The National Human Genome Research Institute
Protein Data Bank Europe
El marsupio del walabi (Macropus eugenii), además de ser el microhábitat donde el embrión completa su desarrollo, es un paraíso para numerosas bacterias relacionadas con los temibles multirresistentes patógenas de humanos. Buscando en el genoma del marsupial, el equipo investigador descubrió que el walabi poseía catorce genes que se traducían en munición péptida.
Catorce son las catelicidinas que engrosan las filas del sistema inmune innato del marsupial y que mantienen a raya al batallón procariota. Cinco de ellas, muy similares entre sí, fueron la clave para abrir una puerta al pasado, para identificar un gen ancestral que debió ser activo hace 59 millones de años. Quizás en su día encontrara resistencias en sus adversarios bacterianos. Hoy, por el contrario, pocos de nuestros microenemigos pueden plantar cara a este péptido resucitado, cual fénix, gracias al milagro de la arqueología molecular.
Información tomada de: NewScientist
Artículo original:
Wang J, Wong ESW, Whitley JC, Li J, Stringer JM, et al. Ancient Antimicrobial Peptides Kill Antibiotic-Resistant Pathogens: Australian Mammals Provide New Options. PLoS ONE 2011
Imágenes originales tomadas de:
Bioquell
The National Human Genome Research Institute
Protein Data Bank Europe
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