22 agosto 2011

El misterioso episodio de la cola embrujada

El genotipado de los ratones conllevaba que Mr. Diógenes bajara cada semana o quince días al animalario. Sin embargo, en los tres años que llevaba haciéndolo, jamás le había pasado lo que sucedió aquel día… Jamás.

Aquel día, como tantas y tantas veces, Mr. Diógenes se sentó en un taburete frente a la campana de flujo. Segundos antes, había colocado en ella la jaula con los pequeños roedores. Dispuso varios tubos eppendorf en una gradilla azul y rotuló las tapas debidamente. Un instante después, cogió al primer ratón por la cola, lo identificó y cortó el extremo del citado apéndice con las tijeras. Con unas pinzas, tomó la sección y la depositó en el eppendorf correspondiente. Repitió la misma operación dos veces más. Mr. Diógenes no contaba con la sorpresa que le tenía reservada la penúltima de las cinco colas a cortar...

Todo parecía ir bien. Nada hacía presagiar lo que estaba a punto de acontecer. Metió la mano en la jaula, cogió el cuarto ratón, lo identificó, cortó el extremo de su cola y tomó la sección con las pinzas. Dirigió las citadas pinzas hacia el eppendorf correspondiente y las abrió. El frío metálico de la campana pareció congelar el tiempo... Inexplicablemente, la cola se detuvo en el aire ante el asombro de Mr. Diógenes. El apéndice parecía desafiar las leyes de la física. Parecía tener vida propia. De repente, la díscola cola comenzó a moverse muy lentamente, como si quisiera que Mr. Diógenes se deleitara con tal embrujo. Y ante sus atónitos ojos, la magia cesó súbitamente y la cola se precipitó en uno de los agujeros de la gradilla. Quizás decidió postrarse finalmente ante la ley de la gravedad; quizás se cansó del efímero espectáculo paranormal que había protagonizado.

Tras algunos golpes de segundero, Mr. Diógenes reaccionó, tomó la susodicha cola y apresuradamente la colocó en el tubo que la correspondía. Cerró el eppendorf y se convenció de que lo sucedido se debía al flujo de la campana... Se convenció aunque supiera que nunca le había pasado, aunque estuviera casi seguro de que nunca más le volvería a pasar.


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