Saltamontes, hormigas, avispas, moscas, mosquitos, caracoles, arañas, opiliones, lombrices y un largo etcétera de pequeños bichejos son los habitantes de mi nuevo hot-spot, del patio de mi casa. Demasiado personal para ser atendido, o devorado, como prefieran, por la pequeña salamanquesa rosada (Hemidactylus turcicus) que se pasea ocasionalmente por tan concurrido recinto. A las dos de la madrugada de hace algunos días, se encontraba el gecónido en el ejercicio de su trabajo cuando un alma insomne lo retrató de esta guisa. Madrugada de caza. Cace mucho o cace poco, no se preocupen; no provocará un colapso en la red trófica del corral, se lo aseguro. Las varias docenas de picaduras de mosquito que adornan mi cuerpo constatan el férreo equilibrio de tal ecosistema. Podremos dormir tranquilos, la biodiversidad está a salvo. En efecto, he dicho docenas.
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