07 abril 2009

De topillos y topos

¿Se acuerdan de la invasión de topillos que asoló las tierras castellano-leonesas los pasados años? ¿A que se les ha quedado el vago recuerdo de que ni el veneno podía con ellos? Sería escandaloso que fuera así ya que la minuta ascendió a más de veinte millones de euros…


Hace unos días, se hacía público un estudio demoledor: la plaga de topillos desapareció de manera natural como consecuencia de un colapso demográfico. Firmado por la Universidad de León, la Universidad Autónoma de Madrid, el IE de Segovia y el Instituto de Investigación de Recursos Cinegéticos, el informe concluye que el empleo de veneno no fue un factor determinante en dicha desaparición. De hecho, otras investigaciones, publicadas con anterioridad en otros países europeos, ponían de manifiesto la inutilidad de esta estrategia.

Retrocedamos en el tiempo… En los años 2006 y 2007, el crecimiento explosivo de las poblaciones de topillo campesino (Microtus arvalis) puso en jaque a la Junta de Castilla y León. Para erradicar la situación, se recurrió a la clorofacinona. Amparada en refranes como “burro grande, ande o no ande” o “más vale que sobre que no que falte”, la Junta aplicó en 2008 un segundo veneno, la bromadiolona, en áreas donde la tasa poblacional del roedor había vuelto a la normalidad. Por tanto, no sólo se emplearon los mal llamados fitosanitarios inserviblemente, cuando se produjo un crecimiento demográfico exacerbado de topillos, sino que, además, se siguieron usando cuando ya no existía plaga alguna.


Comentemos ahora los efectos colaterales de tan inteligente actuación… La administración de venenos afectó a muchas otras especies, algunas de ellas protegidas: ratón de campo(Apodemus sylvaticus), calandria (Melanocorypha calandra), ratonero (Buteo buteo), zorro (Vulpes vulpes), milano real (Milvus milvus)… Permítanme que haga un inciso para recordar que, en estos tiempos que corren, el término “protegido” no está reñido con el uso de venenos o, qué sé yo, la construcción de una macrourbanización. Sin embargo, estarán conmigo en que calificar algo de “protegido” queda muy bonito de cara a la galería, ¿verdad? Por eso, también se usaron rodenticidas en cinco ZEPAs (Zonas de Especial Protección de Aves) sin remordimiento alguno.

En cuanto a los agricultores, se les compensó con cinco millones y medio de euros, en concepto de pérdidas. Sin embargo, siempre según el estudio, la plaga no afectó de manera dramática al sector. Al parecer, 2007 fue el año con la producción más alta de patata, uva y cereales de la última década. Como, en mi fuero interno, no desconfío de las gentes del campo, casi hubiera merecido más la pena compensarles mejor si hubiera sido menester y no haber bombardeado el ecosistema agrario. No olvidemos que la Junta podría haber contado con los veinte millones de euros referidos al principio, un margen económico nada desdeñable.

Se suele decir que segundas partes nunca fueron buenas... La próxima explosión demográfica se espera para 2010-2011. ¿Se afianzará la ineptitud?


Información tomada de: El Norte de Castilla y PlataformaSinc
Imágenes tomadas de:
TodoPalencia y AvilaDigital

1 comentarios:

Eanáir dijo...

"Primavera silenciosa". Es el cuento de nunca acabar. Llevamos usando venenos sin control desde... desde que inventamos los venenos químicos, en realidad. Me estremece pensar que las palabras de R.Carson siguen vigentes.