28 noviembre 2008

La cleptómana esmeraldina

Nos encontramos sumergidos en la costa atlántica de EE.UU., cerca de la península de Florida. Buscábamos la especie de alga Vaucheria litorea y la hemos encontrado. Es el menú preferido de la protagonista de nuestra historia así que esta no debe andar lejos.


Las algas, como las plantas, presentan unos orgánulos celulares que están cargados de clorofila: los cloroplastos. Para que estos lleven a cabo la fotosíntesis, se requiere la expresión de genes que se encuentran tanto en el núcleo celular como en el interior del cloroplasto. De esta manera, a partir de compuestos orgánicos y de luz solar se generan las biomoléculas necesarias para la vida. Algunos animales son capaces de fotosintetizar ya que incorporan células vegetales intactas en su organismo. Sin embargo... Un segundo... Ahí está. Tenemos ante nuestros ojos un ejemplar de Elysia chlorotica devorando su ración de Vaucheria.


Perteneciente al grupo de los opistobranquios (gasterópodos marinos), esta babosa de mar digiere a su presa hábilmente pero se muestra muy cuidadosa a la hora de preservar sus cloroplastos. A partir de ese momento, la gelatinosa ladrona podría comenzar a fotosintetizar pero ¿posee los genes necesarios en su genoma?

Al parecer, la respuesta es afirmativa. Y no es que sean similares a los de la difunta alga... Es que son iguales. Todo indica que en el curso de la evolución este opistobranquio consiguió captar e incorporar a su material hereditario aquellos genes que permiten activar y controlar la maquinaria fotosintética. De hecho, puede trasmitirlos a su descendencia. Cómo se hizo con ellos es aún un misterio. Lo que está claro es que, a estas alturas de su historia evolutiva, ya sería incapaz de completar su ciclo vital si careciera de esta estrategia. No será juzgada pero el delito está tipificado: cleptoplastia.


Información tomada de: Eurekalert y NewScientist
Imágenes tomadas de:
Plant Physiology y Sea Slug Forum

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