Más allá de las almenas del
castillo de Tabernas se extendía el paraje desértico homónimo y, a sus pies,
revoloteaba un bello libelúlido del género Sympetrum, probablemente. El calor era asfixiante pero iba a
merecer la pena…
Íbamos a emprender
el descenso hacia el pueblo cuando un águila culebrera (Circaetus gallicus) comenzó a acercarse vertiginosamente hacia la
fortaleza. Mayúscula fue nuestra sorpresa cuando vimos que, haciendo honor a su
nombre, llevaba en el pico un ofidio que bien podría ser una culebra de
escalera (Rhinechis scalaris).
Majestuosa, la rapaz viró hacia el sol y se perdió más allá de nuestras pupilas
deslumbradas.
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