Vivir en un palacete a las
afueras de Madrid tiene muchas ventajas... Una de ellas es acercarte, en menos
de un cuarto de hora, a alguna de las tierras de la familia de la señora de la
casa. Y si esa tierra, hogar de almendros (Prunus
dulcis), es sobrevolada por mis queridos abejarucos (Merops apiaster), la
ventaja se convierte en deleite.
A la sombra de un olivo (Olea europaea)
se hizo más cómoda y discreta el principio de una investigación de nidos y posaderos que espero
dé sus frutos con el tiempo. Mientras tanto, me llevo en la mochila este trío
de fotos y el eco de uno de los más bellos reclamos.
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