En condiciones normales, las células ven inhibida su proliferación cuando contactan con otras células de su entorno. La razón de dicho comportamiento estriba en que las células cuentan con un mecanismo molecular de autocontrol que evita un crecimiento desmesurado. Por ello, cualquier fallo o alteración puede ser el preludio de un proceso tumoral. En el caso concreto del ratopín, el curso evolutivo le ha regalado un mecanismo adicional que, junto con el convencional, permite mantener a raya cualquier órdago carcinogénico. Sin embargo, las peculiaridades de este extraño roedor rosado no acaban aquí.
Como sucede con otros miembros de la familia de los batiérgidos, el ratopín rasurado es un mamífero eusocial. Al igual que ocurre con las hormigas (Formica sp.), sus colonias están basadas en un sistema de castas. En algún lugar de la intrincada de red de galerías que este roedor africano excava con sus propios incisivos, se encuentra una reina ratopina que, al parecer, perpetúa su trono gracias al cóctel de feromonas que se hallan en su orina. Sus súbditos son todos obreros y estériles, a excepción de dos o tres lacayos con los que se aparea. Cuando la reina muere, tiene lugar una lucha encarnizada entre las hembras de la colonia. Sólo una ostentará la corona.
Información tomada de: Público
Imagen tomada de: Bitacorismo